De Gurús, Santones y otros Guías Espirituales por Alfredo Villaverde Gil

De Gurús, Santones y otros Guías Espirituales por Alfredo Villaverde Gil

¿De qué sirven las palabras
cuando el amor ha embriagado el corazón?

KABIR.

Guardo de mis estancias en India el poso de una forma de vida y de una espiritualidad que han impregnado mi vida y que al pasar los años constituyen la base de la madurez que adopto como filosofía básica del existir. El “Just do it” (Haz lo que debas) de la moral cristiana que es faro en Norteamérica se ve implementado por esa iluminación espiritual que forma parte, a mi entender, de los principios básicos para una vida en armonía.

El gurú, maestro que saca a sus discípulos de la ignorancia y la oscuridad, ha expandido su figura en Occidente con una praxis no exenta de críticas y alabanzas. Son muchos los nombres que podríamos traer aquí pero mencionaremos algunos de los más conocidos como Bábayi, Osho, Majarishi Yogui, , Sai Baba, Yogananda, Vivekananda, Sivananda, Shaktiananda y Srila Prabhupada, fundador de los conocidos Hare Krishna.

A alguno de ellos he conocido como a Sai Baba allá por los años ochenta del siglo pasado cuando acudió a la fiesta religiosa del Khumb Mela y en un trono llevado en andas por miles de sus devotos llegó hasta el Ganges para darse el baño purificador. Apenas pude apartarme y librarme de perecer arrollado por el gentío que buscaba tocar la túnica del santón y beneficiarse de algún milagro de los que dicen hacía. Otros, como el brasileño Prem Baba o Baba Maharaji, me ilustró hace unos años en Madrid sobre su filosofía del amor como elemento de iluminación del universo, filosofía que también impartió Jesucristo. Desde el aspecto literario, cuando tuve la fortuna de traducir los bhakti
o principios que enfatizan la unión del alma con la divinidad y que alcanzan su culmen en figuras como Kabir (siglo XV) y Nanak, su discípulo fundador de la creencia religiosa de los sijs, alimenté una experiencia que trasladé más tarde a mi obra poética en libros como “Al amor de tu lumbre” (Premio Fernando Rielo de Poesía Mística) o “Luz de nirvana” todavía inédito.

Todos ellos, al igual que cualquier líder religioso de cualquier creencia, han sido sometidos a la crítica social más acerva. Baba fue objeto de acusaciones de todo tipo: engaño, abuso sexual, manipulación y cuando yo visité uno de sus centros en el Sur de India, próximo a Madrás, me encontré con la curiosa estampa de decenas de cubículos o jardincillos de mínima extensión donde se había plantado un árbol al pie del cual un pretendido aprendiz de gurú occidental casi siempre, buscaba su iluminación espiritual a cambio de un estipendio generoso. También la secta de los Hare Krishna, de los que recibí alguna propuesta en España para publicar un libro con su filosofía, vio mermada en este siglo su proyección social como consecuencia de las numerosas denuncias de abusos y maltratos hacia mujeres y niños en su convivencia comunal.

Creo que la armonía deviene como un equilibrio entre lo estático y lo dinámico. El estilo de vida occidental obliga al hombre a realizar un ejercicio dinámico tan intenso que apenas deja hueco para detenerse a gozar de lo estático -la meditación, el preguntarse sobre su condición, echar fuera el sufrimiento y la ansiedad cotidianos, aspirar el aroma más puro de la felicidad renunciando al egoísmo del yo-. Cuanto más egoísta se hace el individuo en la busca de la felicidad material a través de metas del mismo tipo (éxito, poder, dinero, fama) más difícil es que alcance la plenitud espiritual, esa iluminación que le proporcione la homeóstasis, armonía de cuerpo y alma que le ayuda a no seguir sendas equivocadas y cometer errores que le sumen en el caos. Es por ello, que en esta busca de maestros y doctrinas que, por otra parte, ya están en las religiones monoteístas, el individuo se aferra a nuevas prédicas y figuras que suponen un asidero en su fragilidad, en su caminar errático, en su inseguridad emocional. Los resultados son a veces dramáticos si entrega todo su ser a una secta o unos principios que manipulan aún más su conciencia pero otras veces, cuando sigue un camino de amor y de autenticidad despojándose de los roles sociales y las ataduras materiales, puede ser auténtico sendero de auto conocimiento, de plenitud espiritual y de felicidad en armonía. Y ahí, un buen maestro, un gurú que enseñe la forma de indagar en nuestro interior y encontrar el modo de alcanzar la iluminación que está en nosotros, puede ser conveniente. ¿Plenitud o superchería? Esa es la pregunta que yo me hacía cuando veía en Oriente a esos hombre de larga barba blanca y desnudez apenas encubierta por un taparrabos que desprendían un halo de luz de su figura sentada bajo la sombra de un árbol centenario. Y hallé la respuesta en mi interior. También vosotros, si queréis, la podéis encontrar y a buen seguro que os hará sentir mejor cada amanecer de vuestra existencia terrena.

Alfredo Villaverde.
Escritor.