Ángel del Valle Nieto
. Hace varios años prologué una serie de artículos en los que tendía puentes de cerámica entre mi ciudad y las boticas en las que habían brillado sobremanera los blancos y azules de las orzas y albarelos talaveranos. Y, así, Talavera quedaba unida, ensoñadoramente unida, con el Palacio Real de Madrid, con el Monasterio de Silos, con Peñaranda de Duero, con el Hospital Tavera, con El Escorial…
Ha pasado el tiempo y he vuelto a tender un puente idéntico con Mojácar; pero, esta vez, con mi corazón; eso, sí, incrustado en cerámica. Con el azul de la arcilla cocida hasta el azul eterno del Mediterráneo. Con el blanco del esmalte hasta la diadema de Mojácar en su atalaya geológica.
Y este corazón mío, a veces poeta, ha inundado con sus versos las páginas de este puente, ahora libro, blanco y azul, cerámica y mar, Talavera y Mojácar.