La poesía es inextinguible porque entra en batalla constante con los sentimientos. El ser humano necesita de ella para curar las heridas de su alma. Ella es el brebaje que —desde lo oscuro de los tiempos— nos ha alimentado y nutrido el espíritu. ¿Qué mejor ágora que la palabra, para que la poesía se amancebe en idilio y ceremonia pagana con el vino?