LUZ GONZÁLEZ RUBIO
Ahora que está tan de moda hablar de la España vaciada, quizá hubiera debido hacer mención a este fenómeno en el título del libro para llamar la a tención del público, porque de eso tratan gran parte de los relatos, de escenarios rurales despoblados y actividades que hoy, con la mecanización del campo, han desaparecido. Por ejemplo, la recogida de aceituna del primer capítulo. Pensé en otros títulos posibles, el de La buena gente, además de ser muy brechtiano, tenía para mí otras reminiscencias, la lectura de un libro de la nieta de Tito, el presidente de la antigua Yugoeslavia, en el que recoge testimonios de la gente sencilla, habitantes de su disgregado país, entonces en guerra por causa de los nacionalismos. Esta autora, Svetlana Broz, habla de las personas que fueron capaces de actos de bondad, no los llamaré de heroísmo, en tiempos en que la violencia de las armas era lo habitual. El contexto de su libro y el mío era muy diferente, el escenario rural que yo describo es el de un país en paz, pero en el que, en cierta medida, todavía quedan secuelas de la guerra civil que dio paso a una dictadura. La guerra está en la memoria de algunos personajes de manera directa, por ejemplo, en el último, el de Las cacerías de Franco; la pobreza, el aislamiento y subdesarrollo del espacio en el que habitan los protagonistas de las demás historias también tienen que ver con la guerra o, mejor dicho, con sus consecuencias. La emigración del campo a la ciudad en los años cincuenta y sesenta, que marcan el inicio de la despoblación en el campo, puede verse en la despedida de los dos amigos, en el capítulo que lleva ese título: uno de ellos marcha con toda su familia a Valencia en busca de oportunidades.En ninguno de los relatos he tenido que inventar nada, los personajes existieron. Con algunos conviví en el pueblo y a otros los conocí de oídas. Fui con Falín y Lazarín a la escuela, hoy un edificio abandonado, he tomado el fresco por la noche con las vecinas, he asistido a los duelos, he esperado en el horno a que se cociera el pan y he visto caer los higos maduros sentada con Manuela en su patio. No he necesitado acudir a metáforas para describir lo vivido, la realidad de aquel tiempo es en sí misma suficientemente expresiva. ¿Qué mejor imagen podía encontrar para describir el paso lento del tiempo de mi infancia que ver la caída de los higos sentada junto a una anciana?
Este libro se puede adquirir en: